¿Alguna vez has decidido utilizar la frase “no puedo hacerlo” cuando surge un obstáculo en tu vida? Sepa que esto puede tener mucha influencia en la forma en que enfrenta los obstáculos del día a día en la crianza de los hijos e incluso en la forma en que cría a sus hijos sin siquiera intentarlo.
“No puedo montar este mueble. No puedo moverme a un lugar determinado. No puedo cocinar. No puedo conducir. Yo no consigo…"
Estas son sólo algunas de las frases más comunes y hay muchos adultos que frecuentemente usan estas frases sin siquiera intentar nada en absoluto. Sin embargo, “no puedo” y “no puedo hacerlo” o “no quiero hacerlo” son frases con significados muy diferentes y su uso debe ser intencionado y aplicarse en los contextos adecuados. Evita en la medida de lo posible decir este tipo de frases delante de los niños sin comprobar primero su significado. Cree siempre en el poder del niño y responde: “¡Pero claro que puedes!” o "¡Sé que puedes hacerlo!"
Pasamos por este tipo de situaciones con demasiada frecuencia y casi siempre tienen la misma dinámica. Con el niño enfrentándose a un obstáculo y el adulto insistiendo en motivarlo (dependiendo de la confianza), el niño dará un paso adelante. A su vez, si se sigue insistiendo en utilizar la frase “no puedo…”, la mayor parte del tiempo el niño permanece en un espíritu de rechazo, lo que hace que este tipo de situaciones sean agotadoras para ambos.
Todos sabemos que no siempre es fácil pero sabemos que siempre existe una posibilidad. Siempre es posible intentarlo incluso si el resultado no siempre es el deseado. Es posible ir a la Luna. Es posible ir a Marte. Es posible ir a Plutón. Sólo lo quiero, trabaja para ello e inténtalo. Las cosas no suceden por casualidad, sino por la simple voluntad de hacerlo.
Por ejemplo, cualquier persona o niño puede aprender a caminar siendo persistente e insistente y siempre tiene el deseo de lograr algo más que solo lograr el objetivo. Hay un deseo de querer siempre hacer más y mejor. El mejor ejemplo de esto son los niños que tienen un deseo constante de aprender algo nuevo e ir más allá de sus capacidades. A medida que crecemos, encontramos formas de negar esta capacidad de evolucionar y aprender constantemente.
Supongamos que un niño dice que no puede superar un determinado reto y nos comunica su incapacidad al no saber superarlo. Debemos inmediatamente, como si no pudiéramos comprenderlo, decir lo contrario (el “¡sí, claro que puedes!”). Sin embargo, el niño vuelve a repetir que no puede hacerlo... En este caso tenemos que pararnos a reflexionar. ¿Qué pasa si realmente tiene dificultades con esta tarea? En este caso, podemos responder positivamente sin utilizar la palabra “No” y animar al niño a descubrir una solución alternativa al desafío, como por ejemplo:
"Está bien, João. ¿Y qué pasaría si ambos pensáramos en una solución diferente para ver si podíamos superar el desafío juntos?"
“¿Dónde tienes más dificultades?”
“João, me estás diciendo que no sabes hacerlo pero mira una cosa: yo cuando era niño tampoco sabía hacerlo y por eso lo aprendí. Creo que puedo ayudarte”.
Es obvio que el tono utilizado en la intervención y las respuestas dadas diferirán de persona a persona y dependiendo del contexto, pero aprovechamos para resaltar el principio que se pierde entre líneas en este tipo de situaciones. Sólo aprende quien no sabe y cuando el niño no sabe (o dice que no sabe), surge un momento precioso para medir su aprendizaje. El “no puedo” o el “no sé” se convierte en la señal de alerta que tiene el adulto para ayudar al niño a comprender que el no saber es el punto de partida del aprendizaje.
Entre las frustraciones, las dificultades y los numerosos desafíos que viven los adultos, una cosa es segura: es en el más genuino “desconocimiento” que un adulto se acerca a un niño. Vivimos con la angustia constante de no querer salir de nuestra zona de confort o el miedo a correr riesgos por la inseguridad, pero son precisamente estas situaciones las que despiertan nuestros sentidos para sentir con nuestros hijos lo que es hacer el complejo viaje desde “no saber” al “aprender”.